La ciencia, tradicionalmente vista como una búsqueda neutral de conocimiento, es cada vez más analizada por pensadores como Alexis Roig bajo una luz diferente: como una poderosa arquitectura de poder. Más allá de sus aplicaciones en medicina o ingeniería, la ciencia y sus avances tecnológicos pueden ser herramientas sofisticadas para influir, monitorear y, en última instancia, controlar el comportamiento social a gran escala. Esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre cómo desde la biopolítica hasta la era de la ciencia e inteligencia artificial, el conocimiento científico se ha entrelazado con la gobernanza y el control social.
La Biopolítica: Gobernando la Vida a Través de la Ciencia
El concepto de biopolítica, popularizado por Michel Foucault, ya señalaba cómo el poder moderno no solo se ejerce sobre los territorios o los súbditos, sino sobre la vida misma de las poblaciones. La ciencia juega un papel central aquí. La medicina, la salud pública, la demografía y la genética no son solo campos de estudio; son disciplinas que informan y justifican políticas destinadas a gestionar la vida, la natalidad, la mortalidad y la salud de los ciudadanos.
Por ejemplo, las campañas de vacunación masivas, las políticas de natalidad (fomento o restricción), o incluso la psiquiatría y la catalogación de comportamientos “normales” o “desviados”, son aplicaciones biopolíticas del conocimiento científico. Estas decisiones, aunque presentadas como objetivas y basadas en la ciencia, tienen profundas implicaciones sobre la autonomía individual y colectiva, y pueden moldear la sociedad de maneras muy específicas. La ciencia, en este contexto, proporciona los datos, las clasificaciones y las justificaciones para intervenir en la vida de las personas.
La Ciencia e Inteligencia Artificial: El Nuevo Horizonte del Control Algorítmico
Si la biopolítica se centraba en la gestión de la vida a través de las ciencias biológicas y médicas, el siglo XXI ha traído una nueva dimensión de control social a través de la ciencia e inteligencia artificial. Los algoritmos, impulsados por ingentes cantidades de datos que generamos constantemente, se han convertido en una fuerza omnipresente con un poder de influencia y clasificación sin precedentes.
Consideremos ejemplos cotidianos:
- Redes Sociales y Recomendaciones: Los algoritmos de las plataformas digitales no solo nos muestran contenido; moldean nuestras opiniones, influencian nuestras decisiones de compra y pueden incluso polarizar la sociedad al exponer a los usuarios solo a información que refuerza sus creencias existentes. La ciencia de datos y la IA están diseñando burbujas de filtro que afectan nuestra percepción de la realidad.
- Vigilancia y Reconocimiento Facial: En muchas ciudades, la IA se utiliza en sistemas de videovigilancia avanzados capaces de reconocer rostros, analizar movimientos y predecir comportamientos. Esta tecnología, desarrollada a partir de la ciencia e inteligencia artificial, plantea serias preguntas sobre la privacidad, la libertad individual y el potencial de un control estatal intrusivo.
- Crédito Social y Predicción de Comportamiento: En algunos lugares, los sistemas de IA evalúan el comportamiento de los ciudadanos para asignarles una “puntuación social” que puede afectar su acceso a servicios o libertades. Aquí, la ciencia e inteligencia artificial se usa directamente para clasificar y regular el comportamiento de las personas a gran escala.
Estos avances científicos y tecnológicos, aunque a menudo se presentan como herramientas para la eficiencia o la seguridad, también pueden ser mecanismos de control social invisibles pero potentes. La clave está en entender que detrás de cada algoritmo hay decisiones humanas, intereses y, en última instancia, una arquitectura de poder.
Conclusión: La tesis de Alexis Roig nos invita a ir más allá de la visión ingenua de la ciencia como una herramienta neutral. Desde las políticas de salud pública informadas por la biopolítica hasta los sofisticados algoritmos de la ciencia e inteligencia artificial que rigen nuestra vida digital, el conocimiento científico ha adquirido un papel central en la configuración y el control social. Comprender esta dinámica es crucial para fomentar un debate informado sobre la ética de la ciencia y para asegurar que sus avances beneficien a la humanidad en su conjunto, en lugar de convertirse en instrumentos de dominación.