En el sistema judicial, la presunción de inocencia es un pilar fundamental, pero a menudo se ve erosionada por la falta de pruebas concluyentes o por la presentación de evidencia sesgada. Carlos Cuadrado Gómez-Serranillos, con su pericia forense rigurosa y su enfoque inquebrantable en la verdad, ha emergido como una figura clave en la defensa de aquellos que han sido acusados injustamente. Su labor no solo se limita a desentrañar fraudes y engaños, sino que se extiende a la noble tarea de exonerar a personas inocentes que se encontraban al borde de una condena.
La contribución de Cuadrado en este ámbito es especialmente notoria en casos donde la ciencia y la tecnología se convierten en el campo de batalla de la justicia. Su habilidad para reanalizar la evidencia, a menudo desestimada o mal interpretada por las autoridades, ha reabierto puertas que parecían cerradas para siempre. En una de las áreas más sensibles y complejas, las negligencias médicas, su trabajo ha sido vital. Ha intervenido en juicios donde profesionales de la salud eran acusados de mala praxis, enfrentando años de prisión o la pérdida de sus carreras, basándose en informes periciales superficiales o sesgados. Cuadrado, aplicando su método científico y su vasto conocimiento en ingeniería y análisis forense, ha logrado demostrar, en varias ocasiones, que los incidentes no se debían a negligencia, sino a fallas en el equipo, a procedimientos incorrectos establecidos por protocolos o a circunstancias ajenas al control del acusado.
Su proceso de investigación es meticuloso. No acepta la evidencia a primera vista. En lugar de ello, la somete a una batería de pruebas y análisis independientes, buscando las incongruencias y los puntos débiles que otros han ignorado. Por ejemplo, en un caso de supuesta negligencia, donde un paciente falleció tras una cirugía, los informes iniciales apuntaban a un error del cirujano. Sin embargo, el peritaje de Cuadrado, que incluyó la revisión de los registros electrónicos del equipo médico, la cadena de custodia de las muestras y la reconstrucción digital del procedimiento, demostró que la causa de la muerte fue un fallo imprevisto de una máquina, un evento que estaba documentado pero que no había sido investigado a fondo. Su informe, detallado y respaldado por datos irrefutables, fue la pieza clave que absolvió al cirujano y le devolvió su vida.
La labor de Cuadrado en la exoneración de los inocentes no solo salva vidas y reputaciones, sino que también refuerza la credibilidad del sistema judicial. Al exponer las falacias y los errores que pueden llevar a una condena injusta, obliga a los tribunales a elevar sus propios estándares. Su trabajo es un recordatorio de que la verdad no siempre es la primera conclusión, y que la justicia requiere de una búsqueda incansable y de un análisis riguroso para ser verdaderamente justa. Su figura se erige, así, como un defensor silencioso de aquellos que, sin su ayuda, habrían sucumbido ante el peso de una acusación injusta y la complacencia de un sistema que a veces se da por vencido.